Serie: TEMAS QUE AYUDAN A ENTENDER EL PENSAMIENTO Y LA VIDA DE LA IGLESIA EN SUS INICIOS 4ª Parte.

El anticristo y su ministerio divisionista.

Mucho se ha especulado sobre este tema, pero una mirada a través de la complejidad exegética nos facilitará nuestra conclusión. En primer lugar, lejos de toda opinión futurista, historicista o espiritualista, debemos comenzar por ver si en el texto bíblico hay algún referente claro sobre el tema. El apóstol Juan en su primera epístola define categóricamente la presencia y procedencia del anticristo.
«Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros (…) ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre (…) Os he escrito esto sobre los que os engañan. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.» (1 Jn 2:18–27).
Una vez más ante este texto, cuánta vuelta interpretativa tiene que dar alguien para evadir el tiempo presente que usa Juan (ἐστίν, ἔρχεται, νῦν, γεγόνασιν, ἐξῆλθαν, ἦσαν, μεμενήκεισαν, φανερωθῶσιν), y por otra parte su procedencia desde dentro de la comunidad cristiana primitiva. En segundo lugar, define su esencia:
«En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.» (1 Jn 4:2–3).
Pudiera parecer esto simple trivialidad, si no sabemos que ésta es la esencia de la doctrina que después llegó a ser llamada gnóstica, pero que en ese entonces solo influenciaba como un paradigma al cristianismo. Cuando estudiamos la historia de la iglesia a partir de la mayoría de los historiadores en el cristianismo, se nos presenta el gnosticismo como una secta con la cual se batalló y al final se venció quedando en la historia, pero si analizamos el cristianismo a partir del siglo III en adelante, vamos a ver a toda la doctrina gnóstica como una plaga pandémica fluir por todas las vertientes del cristianismo. Es bueno aclarar que esta pandemia ha sido tan grande en el mundo que aún ha influenciado al judaísmo como veremos más adelante en el capítulo V. Temas como la doctrina mariana, el purgatorio, curia sacerdotal, infalibilidad de la iglesia, teología del género, extremaunción, la perseverancia de los santos, la depravación del alma, los sacramentos, el carismatismo, la reencarnación, la prosperidad, el unitarismo y otras más pueden ser descubiertas a la luz de un profundizar en el paradigma de la gnosis y el gnosticismo posterior.
El enfrentamiento con la gnosis como paradigma.
a. Jesús lidiando con el paradigma.
Existen muchos pasajes de la vida de Jesús que podemos citar, pero analizaremos dos en específico que nos muestran claramente lo diseminado que estaba éste en el mundo de entonces. Tal vez esto, el ser paradigma, es la causa por la que Jesús lo ataca no directamente como lo hacía con los conceptos fariseos. Cuando un concepto es paradigmático y no hay grupos bien definidos que lo represente, los conceptos a atacar son muy entrelazados con los que no se quisieran atacar. Entonces podemos entender el reto tan grande de Jesús y de sus discípulos en cada enseñanza y debate influenciados por este tema.
Mr 3:20-30 (Jesús acusado de Arconte).
Este paradigma de la gnosis se había hecho tan común, que los escribas fariseos acusan a Jesús de ser un «arconte de los demonios» (ἄρχοντι τῶν δαιμονίων). El arconte era el primero de los autores del mundo quien controlaba a ángeles y demonios. Paradójicamente bajo la gnosis los demonios podían ser expulsados o invocados para el beneficio humano. Por otra parte, para ellos el arconte no era satanás o el diablo, sino que éste estaba sujeto al arconte. Jesús tiene que definir entonces su posición bíblica para enseñarles a ellos que su misión es divinamente encomendada, pues esta acusación de ser arconte —cosa que no creían los fariseos— en realidad era una acusación con ironía de ser hechicero helénico. En la mentalidad farisea Dios no puede tener Hijo a la manera que hablaba Cristo, porque sería de su misma naturaleza divina, por ende la acusación es de semejarse fanáticamente a una deidad que no existe (como los ejemplos que veremos más adelante).
Mt 7:21-23 (Jesús prevé a sus discípulos).
La gnosis era, precisamente, el conocer determinados secretos del mundo espiritual que regían el universo para controlarlo y así llegar a la plenitud espiritual en el pleroma. Es por esto que un rezo, encantamiento o formula mágica que se pusiera en práctica podía significar mucho para ellos. Jesús anuncia aquí que muchos con esta pretensión usarían el nombre de Él con ese objetivo, pero cuando llegara el día de estar delante de Dios, entonces lejos de galardonarlos les diría: «Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.», no parece coincidencia el uso de la palabra egnon (ἔγνων) que aunque se traduce “conocí” sería mejor utilizar ‘comprender’ como se hace en Lc 16:4 (ver Ayuda Gramatical Para el Estudio del Nuevo Testamento Griego, Roberto Hanna, pág. 182, Mundo Hispano). La frase termina con otra aparente coincidencia: “hacedores de maldad” (ἐργαζόμενοι τὴν ἀνομίαν), cuya traducción más exacta sería ‘negociadores (como en Mt 25:16) de anarquía (1 Jn 3:4)’. La declaración de Jesús bajo una Traducción de Equivalencia Pragmática sería: «Nunca te comprendí, pues aunque usas mi nombre no te sometes a mi señorío».   
b. Simón el Mago.
Al parecer el primer contacto con la gnosis lo tuvo Felipe, Pedro y Juan al llegar a Samaria. El primero de ellos impactó profundamente a los residentes allí. Muchos al llegar a este punto y ver palabras como hechicería, magia y cosas así asumen que esta era una ciudad pagana y supersticiosa. Esto es muy lejano a la realidad. Samaria era una ciudad de tradición pentateuca, con algunas diferencias con los judíos principalmente en cuanto a lugar de adoración y genealogías. Ellos también esperaban a un taheb (Mesías), no de la tribu de Judá, sino uno de entre ellos que guiara o restaurara a la nación de Israel al final de los tiempos bajo el favor de Dios, esto implicaba convencer a los judíos que estaban mal y traer a la adoración en el monte Guerizín a toda la nación. El problema con esto era que muchos comenzaron a trazar un perfil para taheb bajo el paradigma gnóstico, entre ellos Simón.
Un análisis riguroso del pasaje nos permite ver una situación mucho más armoniosa con el contexto de aquella ciudad que el tradicionalmente hecho. El texto dice que la ciudad estaba con una inmensa emoción escatológica (χαρὰ μεγάλη), esto no tanto por la doctrina de Jesús (al estilo de lo que la conocemos hoy) sino por los milagros que estaban viendo (Hch 8:5-8). Entonces Simón, quien decía de sí mismo ser alguien grande (λέγων εἶναί τινα ἑαυτὸν μέγαν) y que al parecer lo era porque «todos desde pequeños hasta grande lo escuchaban y lo seguían» (vr.10). Posiblemente era considerado por muchos, y tal vez él mismo, como un buen candidato para taheb o como su predecesor, solo que tal vez le faltaba el testimonio visual para convencer.
Según el texto nos dice que él incursionaba en las “ciencias modernas” de entonces, las cuales proponían diferentes paradigmas (entre ellos gnosis y nomos). Estas ciencias modernas en realidad tenían su origen en Babel, donde se desarrollaron en paralelo con el predominio del imperio Babilónico, luego con la filosofía del imperio de turno alcanzaron su esplendor “lógico” (helenimso) y con Roma se montaron en la carretera ecuménica para llegar a los más posibles.
Muchas veces, cuando el intérprete ve la palabra «mago» o «hechicería» piensa en una persona con un sobrero puntiagudo y una olla delante haciendo una posición para hacer brujería. Pero debemos entender que esto no sería así ni en Judea, ni en Samaria, por una sencilla razón, la cultura social no lo permitía por la influencia gigantesca de la ley de Moisés. En realidad la palabra mageuo (μαγεύω) y que muchas veces se traduce como magia significa más ‘poseedor de la ciencia  babilónica’ (Dn 2:2; Mt 2:1) (Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento, G. Kittel, G. Friedrich, G. W. Bromiley, pág. 537, Grand Rapids, MI: Libros Desafío). Precisamente por esto, los verso 11 al 13, aclaran que él tenía cautivados a todos con el ejercicio de ese conocimiento que implicaba retórica, alquimia, filosofía, etc. Al conocer a Felipe él también había creído y le escuchaba, tratando de entender más de aquel poder que resumía todo aquello que creía y por lo que se esforzaba, en especial la gnosis.  
Cuando esta noticia del impacto del evangelio en Samaria llega a los apóstoles estos, que conocían del dialogo de Jesús con la samaritana y la repercusión de su presencia en la zona, enviaron a Pedro y a Juan para que confirmaran con el bautizo en el Espíritu aquella gran obra de Dios. Sin embargo, cuando Simón vio esto exteriorizó lo que en realidad estaba sintiendo y lo que había entendido del evangelio, proponiéndole a los apóstoles comprarles tal poder (cosa normal para quien creyera en la gnosis). Tal vez pensó en un brebaje o rezo especifico que le ayudara a alcanzar la emanación necesaria de un eón y que le diera el poder de triunfar en la vida, llegando a ser el Taheb. Este hombre no había entendido nada del evangelio, su prejuicio como estudioso de las ciencias babilónicas («mago») le hacía entender todo al revés. La palabra traducida como poder es exousia (ἐξουσία) que significa ‘poder autoritario’, pues él quería administrar el poder de Dios por entenderlo como un eón emanado y así elevarse así mismo en algún momento al pleroma (para él tal vez llamado cielo). Es por esto que les pide a los apóstoles, cuando es reprendido, que ellos intercedan por él, pues les considera personas que han alcanzado unificarse con las emanaciones. Terminamos este análisis de la vida de Simón trayendo a colación lo que Ireneo de Lyon dice de él:
«Se trata, en efecto, de Simón de Samaria, el mago aquel de quien Lucas, discípulo y compañero de los apóstoles, dice: “Hacía tiempo que venía practicando la magia en la ciudad un hombre llamado Simón, que tenía fuera de sí a la gente de Samaria, diciendo que él era algo grande. Todos, del más pequeño al más grande, le seguían y decían: Este es la fuerza de Dios llamado el gran poder. Le seguían porque durante bastante tiempo los había embelesado con sus magias”. Este Simón fingió abrazar la fe. Pensó que los apóstoles mismos realizaban curaciones por arte de magia, y no por el poder de Dios, y que, por la imposición de las manos, llenaban del Espíritu Santo a los que habían creído en Dios por medio de aquel Cristo Jesús que ellos anunciaban. Sospechando que esto tenía lugar por un conocimiento mágico más elevado todavía, ofreció dinero a los apóstoles, a fin de recibir también él el poder de dar el Espíritu Santo al que él quisiera. (…) Y se hizo aún más incrédulo con respecto a Dios. En su deseo de rivalizar con los apóstoles y de hacerse célebre también él, se dedicó más tiempo aún a toda clase de prácticas mágicas, al punto de dejar mudos de admiración a muchos hombres. Vivió en la época del emperador Claudio, por el que se dice que fue honrado hasta con una estatua por causa de su magia. Fue glorificado por muchos como un dios, y enseñaba que había aparecido entre los judíos como Hijo que había descendido en Samaria como Padre, y había llegado a los gentiles como Espíritu Santo: Él era el Poder Supremo, es decir, el Padre que está sobre todas las cosas, y consentía en ser llamado de todas las maneras de que le llamaban los hombres. Simón de Samaria, de quien provienen todas las herejías, fundó su secta sobre el sistema siguiente: Habiendo redimido en Tiro de Fenicia a una cierta Helena, que practicaba la prostitución, se puso a recorrer la tierra con ella, diciendo que era su primera concepción, Madre de todas las cosas, por medio de la cual había tenido al principio la idea de crear a los ángeles y a los arcángeles. Esta Ennoia (Idea) había saltado fuera de él. Sabiendo lo que quería su Padre, había descendido a los lugares inferiores y había dado a luz a los ángeles y a las potestades, por quienes fue creado a continuación este mundo. Pero después de haberlos dado a luz, había sido retenida prisionera por ellos, por envidia, porque no querían ellos pasar por ser descendientes de ningún otro. Él mismo, en efecto, fue totalmente ignorado por ellos; su Ennoia (Pensamiento) fue retenida prisionera por las potestades y ángeles, emitidos por ella; y para que no pudiera volver a subir a su Padre, fue abrumada por ellos con toda clase de ultrajes, hasta el extremo de ser encerrada en un cuerpo humano y ser como trasvasada, en el transcurso de los siglos, a diferentes cuerpos de mujer. Ella estuvo, entre otras, en aquella Helena, que fue causa de la guerra de Troya; y así se explica que Estesícoro, por haberla ultrajado en sus poemas, quedara ciego, mientras que después, al arrepentirse y haberla celebrado en sus palinodias, recobrara la vista. Pasando así de cuerpo en cuerpo y, no cesando de recibir ultrajes, acabó al fin en un lugar de prostitución, de aquí que se le llamara la “oveja perdida”. Por eso vino él en persona para recobrar a la primera (oveja perdida) y librarla de sus cadenas, y para procurar también la salvación a los hombres por medio del conocimiento suyo. Como los ángeles gobernaban mal el mundo, porque cada uno de ellos codiciaba el mando, vino él a remediar esta situación. Descendió y se transformó, haciéndose semejante a los principados, potestades y ángeles; de la misma manera se manifestó como un hombre entre los hombres, sin ser hombre, y se manifestó sufriendo en Judea, sin sufrir realmente. Los profetas debieron sus profecías a la inspiración de los ángeles, autores del mundo. Así, los que tenían puesta su confianza en Simón y Helena, no debieron preocuparse más de sí mismos, sino, como hombres libres, hacer lo que desearan, porque lo que salvaba a los hombres era la gracia de Simón, no las obras justas. Porque las obras no eran justas por naturaleza, sino accidentalmente, puesto que así lo dispusieron los ángeles, creadores del mundo, con el fin de reducir a la esclavitud a los hombres por medio de sus mandamientos. Así prometía Simón destruir el mundo y liberar a los suyos del dominio de los autores del mundo. Sus iniciados viven por tanto en el libertinaje y dedicándose a la magia tanto como pueden. Hacen uso de exorcismos y de sortilegios. Recurren también a los filtros amatorios, a los hechizos, a los demonios llamados padres y Oniropompos y a todas las demás prácticas mágicas. Poseen una imagen de Simón en la figura de Júpiter y otra imagen de Helena en la de Minerva a las que rinden culto, llevan un nombre derivado de Simón, el iniciador de su doctrina malvada porque se llaman Simonianos, de los que trae su origen la falsa gnosis, como nos está permitido conocer por sus declaraciones mismas. (Ireneo de Lyon. (2003). Lo mejor de Ireneo de Lyon, A. M. Troncoso, pág. 126–128, CLIE).             
c. Elimas BarYeshúa.
En esta ocasión Pablo y Bernabé llegando a la ciudad de Pafos, donde habitaba el procónsul Sergio Paulo (Hch 13:4-12), encontraron a un judío que al igual que Simón el samaritano había aprendido las ciencias modernas y tenía gran influencia sobre el procónsul, en este caso se especializaba en la adivinación (falso profeta). Su propio nombre muestra la influencia babilónica sobre él, pues en su nombre aparece la palabra Bar que significa ‘hijo de’ en arameo, mientras que hebreo hubiera sido Ben. Este tipo de adivinación se ejercía a través de cualquier sistema, ya fuera gemátrico, de interpretación de sueños o debekut, este último cuyo significado es ‘unión mística’ tiene que ver con un trance religioso a partir de alguna droga, pero nunca por revelación de Dios. ¿Cómo apartaría al procónsul?, pues con la misma mentira en que él mismo andaba y que tanto daño hacía al análisis de las persona, la gnosis. Pablo terminó dejándole ciego y en el más grade descredito.
d. Los hijos de Esceva.
Según el texto este Esceva era de la línea sacerdotal de los sumos sacerdotes (Hch 19:14), por eso es traducido arguireos (ἀρχιερέως) como jefe de sacerdotes. Esto nos indica que eran de la corriente saducea, por ende su influencia helénica era grande. Ellos vieron en las palabras de Pablo el secreto para conjurar demonios, cosa que les intereso al valorarla mucho más eficiente que las que ellos practicaban (Pablo recuerda a esta iglesia acerca del cuidado con la experiencia debekud Ef 5:18-20 de la cual ellos tenían malos recuerdos y cómo sería su búsqueda correcta sin drogas ni conjuros), pero el problema fue que al conjurarlos, y los demonios manifestarse, entonces debían enfrentarlos personalmente quedando indefensos para tal batalla (19:13-16). Algo así le explica Justino a Trifón en su Dialogo:
«Y, en efecto, todo demonio se somete y es vencido, si se le conjura en el nombre de este mismo Hijo de Dios y primogénito de toda la creación, que nació de la Virgen y se hizo hombre pasible, fue crucificado por vuestro pueblo bajo Poncio Pilato y murió y resucitó de entre los muertos y subió al cielo (…) Tal vez se os sometan si los conjuráis por el nombre del Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Sin embargo, –añadí– vuestros exorcistas se valen de los mismos artificios que los gentiles y usan fumigaciones (inciensos) y encantamientos (conjuros) (Lo mejor de Justino Mártir, A. Ropero, pág. 323, CLIE).

El resultado de esto fue que aquellos que habían hecho las mismas prácticas de los farsantes terminaron confesando lo que hacían por su temor, pues se dieron cuenta que no bastaba con hacer confesar a los demonios conjurándolos, sino que había que enfrentarlos como tales. Una de las cosas que hicieron fue quemar los libros que enseñaban los detalles del “mundo espiritual” y como conjurarlos para el provecho de ellos. Existen escritos antiguos que hablan acerca de esas literaturas y prácticas (en La república, Platón se refiere a encantamientos por los que los demonios eran llamados para ayudar a quienes practicaban tales ritos). Pablo después en su carta les va a recordar de la forma para poder vencer a las «huestes espirituales de maldad en la regiones celestes.» (Ef 6:10-18). 

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