Serie: EL ISRAEL QUE ESPERABA AL MESÍAS 1ºparte
Impacto de la cautividad a babilonia en el diario vivir de Israel.
Al despuntar el conflicto entre Egipto y
Babilonia, Judea funcionaba como una especie de cabeza de puente. La
des-militarización y des-urbanización de Judá del año 586 a.C. fue el principal
objetivo, pues aniquilándoles, los babilonios impedían que aparecieran como
aliados de los egipcios en la zona. Así se dio la guerra y como profetizó
Jeremías Judá cayó ante babilonia.
Es bueno entender
que en la mentalidad hebrea la cautividad es un concepto muy general y no se
remite sólo a los que son llevados fuera de su territorio, sino que también se
puede ser cautivo aun estando en tu propia tierra. En cautividad se vive cuando
se es privado del fruto del trabajo través de impuestos abusivos y el
sometimiento a otra cultura que no valora la fe en el Creador. Es así que este
cautiverio tiene tres dimensiones: Los llevados al exilio, los que fueron por
voluntad propia a otras tierras y los que quedaron.
Al exilio en
Babilonia fue llevado un grupo de la élite del reino que luchó contra
Nabucodonosor desde Jerusalén. Un sector de esta elite, la corte de Judá,
vivían como “invitados” junto a la corte babilónica, mientras que la gran
mayoría de los exiliados, estaban asentados en el exterior de este círculo;
donde podían practicar su cultura y el cultivo del campo, siendo controlados y
sometidos con el impuesto sobre sus producciones. Eran una especie de
trabajadores forzados con ciertas libertades, y no esclavos como algunos
pudieran pensar. Por otra parte, estaba también el grupo de los que habían
quedado en Judá, la mayoría de la población campesina, «el pueblo de la
tierra» (2R 25:11-12). Un tercer grupo, los emigrados, había huido a
tierras lejanas que abarcaban por el sur desde Egipto hasta la Sefarad
bíblica ‘España’, y por el noroeste pasando por Grecia y hasta el reino Latino
estableciéndose como diáspora (existen fuertes evidencias de emigración tanto
de las tribus del norte como las del sur a Asia hasta la China, Europa del
norte y al sur de África). Los tres grupos (exiliados, emigrantes y los que
quedaron) anhelaban su autonomía y liberación. Los exiliados se aferraban a sus
raíces y escrituras, los emigrantes y los que habían quedado en la tierra de
Judá a la esperanza del reinado davídico y a sus tradiciones heredadas.
En estos 70 años de
cautiverio Israel aprendió algo muy valioso que definiría su futuro y lo
marcaría para siempre: «la importancia de la Escritura para conservar su
cultura y fe». El templo que era el centro de toda la vida cúltica había quedado en Jerusalén
y no podían llevarlo, pero la Escritura si podía ir con ellos a donde quiera
que fueran. Ésta se había convertido ahora en el vehículo principal para
mantener sus vidas, espiritual y culturalmente enfocadas. Sin embargo, aquel campesinado
que permaneció en la tierra y los emigrantes a tierras lejanas, acostumbrados a
escuchar la lectura de la Torá ‘instrucción o ley’ en el templo, solo
dependían de su tradición oral para conservar su fe y costumbres.
Una vez terminado
el cautiverio con el edicto de Ciro, setenta años después, los que regresaban tenían
un nuevo reto. Éste consistía no sólo en edificar el templo y Jerusalén, sino
también enseñar la Torá y la manera correcta de guardarla. Para esto se
desarrollaron cinco estrategias fundamentales que fueron lideradas por el sacerdote
y escriba Esdras:
1. Desarrollar un servicio de
enseñanza en «casas de reunión u oración» conocidas posteriormente como
sinagogas (donde se enseñaba en un ciclo de tres años toda la Torá,
luego del 70 d.C. se simplifico a uno con 52 secciones) en donde quiera
que existiera un Minyán ‘quórum de 10 israelitas’.
2. Nombrar y preparar a través de yeshivot
‘seminarios’ a rabinos encargados de transmitir estás enseñanzas
(constituidos hasta hoy por un rosh yeshivot ‘director’, ramim ‘maestros’, un mashguiaj
rujaní ‘consejero espiritual’ y un meshiv dedicado a responder
preguntas académicas).
3. Crear un cuerpo de jueces y
supervisores de la ley, los «Hombres de la Gran Asamblea» que después
se transformó en el Sanedrín (este último compuesto por 70 sabios más el
Sumo Sacerdote que representaba a todo el pueblo).
4. Usar las letras arameas para
actualizar y facilitar la gramática hebrea y su lectura.
5. Actualizar aquellos nombres,
frases y enseñanzas de la Torá y los escritos históricos y
proféticos que habían caído en desuso con el tiempo.
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En esta época
de cautiverio y retorno de los exiliados, la actividad literaria fue intensa
tanto en Babilonia como en Palestina, aunque siempre con una supremacía de la
primera. Luego con el paso del tiempo (500 años), el Torá se fue “democratizando”
trayendo una primera división en la clase que la estudiaba. Los sacerdotes que
hasta el cautiverio tenían el dominio sobre el texto fueron relegados sólo a
servir en el templo, mientras los rabinos se convirtieron en los
imprescindibles sabios para la nación. E inclusive, fueron estos los que
diseñaron todo los detalles del ritual del templo y quienes dieron, siglos
después a Herodes, todos los requisitos a respetar en su reconstrucción. Cada
sinagoga se convirtió en el centro de la vida religiosa fuera de Jerusalén,
enriquecida con nuevas leyes de purificación y rezos que sustituían muchos de los
ritos del templo, especialmente para aquellas zonas más alejadas que
prescindían de la obligatoriedad por la ley de acudir al él en fechas
especiales. El Shabbat también adquirió una importancia máxima en aquellas
zonas que ahora incluía la visita a la sinagoga.
Le recomiendo analizar a la luz de señalado 2R 25; 2Cr 36:17-23; Jr 39:1-11 con el fin de enriquecer su percepción histórica de este tiempo.
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