Serie: EL ISRAEL QUE RECIBIÓ AL MESÍAS 1ª parte
Un Israel fragmentado
La consecuencia
del desafío helénico a Israel (descrito en el capítulo I) trajo como consecuencia
la aparición de las diferentes sectas, cada una con marcadas diferencias en
cuanto a la otra. Al ver esto podemos comprender el campo tan hostil que
encontraría Jesús para ser recibido como evangelio de salvación. Un ejemplo de
esta hostilidad lo vemos en Juan el Bautista.
Este fue el
profeta del cual Jesús dijo que de entre los nacidos de mujer nadie podía
compararse a él hasta ese momento (Mt 11:11). También fue la persona a la que
Dios le confirmó a través de una señal especial y con una voz del cielo la
mesianidad de Jesús (Lc 3:22). Sin embargo, las enseñanzas recibidas en la
comunidad del desierto de donde procedía le hicieron caer en un conflicto
gigantesco en su mente (Mt 11:2-3). Esta lucha contra lo enseñado por los
rabinos y líderes de las diferentes sectas, —no de los tiempos de Esdras sino
aquellos que posteriormente fueron influenciados por los paradigmas helénicos y
la posición radicalista contra ellos—, es lo que caracterizo el debate contra
Jesús. Los profetas habían anunciado tiempo atrás aquel enfrentamiento (Sal 2;
Is 54), Jesús lo vivió (Jn 5:18; 6:41-42; 8:24-27; 10:19-21) y murió por ello
(Mt 26:59-69).
Esta lucha
interna en el pueblo de Israel como consecuencia del desafío helénico para el
siglo I había creado dos polos principales: el judaísmo radical ortodoxo y
judaísmo liberal heterodoxo. Entre ellos iba a darse precisamente el desafió
más grande para la naciente iglesia. Cuando analizamos a los discípulos de
Jesús, vemos a representantes de los diferentes grupos. Mateo el recaudador de
impuesto (helenizante), Juan (saduceo), Pedro (del vulgo del pueblo) y Jacobo
(fariseo). Así que necesariamente el evangelio iba a transitar por entre las
distintas representaciones de la polaridad de entonces. La correcta expectativa
sería, que cada quien lo tuviera todo por basura por amor a Cristo y aprendiera
la buena manera de proyectarse e interpretar la escritura y los tiempos en el
andar y quehacer de Jesús, habiendo paz entre ellos a través del famoso «ósculo santo» (2 Co 13:11-13). Tertuliano acerca
de este beso de paz dijo:
«Hay otro uso que se ha
hecho frecuente: cuando los que ayunan han terminado su oración con sus
hermanos, retienen el beso de paz, que es el sello de la oración. Pero, ¿cuándo
debe darse el beso de paz si no en el cumplimiento de nuestras observancias
religiosas, mientras nuestra oración asciende al cielo, hecha más digna de
alabanza debido a nuestra caridad? Para que ellos mismos puedan compartir
nuestra observancia, a la que han contribuido pasando su paz a su hermano. ¿Qué
oración es completa divorciada del beso santo? ¿Quién impide la paz en su
servicio al Señor? ¿Qué clase del sacrificio es el del que se marcha sin dar el
beso de paz?» (Lo mejor de Tertuliano, Alfonso Ropero, pág. 249, CLIE).
La triste realidad
fue que ambos polos reinterpretaron las enseñanzas de Jesús a la luz de sus
trasfondos, produciendo dos corrientes judaizantes: la judeo-ortodoxa (legalistas)
y la judeo-heterodoxa (gnósticos) que chocarían frontalmente con el evangelio
de Jesús y la enseñanza apostólica. Es bueno aclarar que en nuestro lenguaje
teológico muchas veces hacemos una distinción entre legalistas y gnósticos, pero
en realidad ambos grupos eran legalistas en extremo, unos en una perspectiva
ortodoxa y otros en una perspectiva neo-ortodoxa. Pre-juiciarnos como
consecuencia del lenguaje, sin tener en cuanta esta realidad es una mala
interpretación del contexto de los primeros siglos del cristianismo. Con el fin
de ayudar al lector analicemos ambas corrientes:
(Legalistas)
|
(Gnósticos)
|
Es bueno
entender que estos polos no estaban definidos con la apariencia que refleja
este estudio como grupos organizados y distinguibles, sino que el segundo
formaba parte de todos en forma de paradigma porque así llegó a Israel, mayormente
en la diáspora fuera de Judea. Tal similitud le hacía convertirse en fácil de
asimilar lógicamente para los discípulos gentiles; por esta y otras causas que
trataremos después fue el de más crecimiento numérico. Muchas veces cuando
vemos los rechazos a la práctica de la ley por los apóstoles o los padres de la
iglesia, tenemos que diferenciar según el contexto cuándo se está hablando de
uno u otro grupo, cuándo están mezclados ambos y a qué detalle específico se
hace referencia. Precisamente por ser ambos parte del judaísmo es que se les
llama «los de la circuncisión». Así mismo cuando miramos en los textos
judíos rechazos al evangelio, en realidad se estaban dirigiendo a la acogida
del evangelio por esta corriente influenciada por el paradigma de la gnosis
que fue abortando el gnosticismo cristiano, y no al mensaje vivido de los
verdaderos creyentes en Cristo. Justino el mártir, en su Dialogo con Trifón
defendiéndose de las acusaciones que se le imputaban como si fuera de la gnosis
dice:
«Nosotros no tenemos nada
en común con ellos, pues sabemos que son ateos, impíos, injustos e inicuos, y
que, en lugar de dar culto a Jesús, sólo le confiesan de nombre. Aun así se
llaman a sí mismos cristianos, a la manera que los de las naciones
atribuyen el nombre de Dios a obras de sus manos y toman parte en inicuas y
sacrílegas iniciaciones. De ellos, unos se llaman marcionitas, otros
valentinianos, otros basilidianos, otros saturnilianos y otros por otros
nombres, llevando cada uno el nombre del fundador de la secta, al modo como los
que pretenden profesar una filosofía, como al principio advertí, creen deber
suyo llevar el nombre del padre de la doctrina que su filosofía profesa.» (Lo mejor de Justino
mártir, Alfonso Ropero, pág. 233-234, CLIE).
Esta
manifestación falsa se movía bajo el nombre de cristianismo al igual que los
discípulos eran percibidos como iglesia, llegando a influenciar tan grandemente
al Evangelio que las prácticas de la iglesia en los siglos posteriores llegaron
a ser más sectaria (con matices judaizantes y gnósticos) que cualquier otra
cosa.
Estos tres
grupos: el evangelio autentico junto a sus versiones judaicas y gnósticas, como
una gran diversidad se fueron expandiendo por el mundo. Unas veces definiéndose
lo vil de lo genuino, mientras que en otras se volvían casi imperceptibles sus
diferencias. La situación era que el gnosticismo llevaba las de ganar, pues el
reto de alcanzar a los gentiles que la iglesia tenía les facilitaba esto. Para
un gentil era más fácil aceptar un credo que se pareciera a su vida y
cosmovisión griega, que asumir la práctica de tradiciones de una nación rebelde
y derrotada para ser parte de ella (Israel), o la otra oferta del perdón de
Dios a través del Mesías para formar parte del Israel espiritual renunciando a
la pecaminosidad de sus vidas que representaba la totalidad de su diario vivir.
Tal expansión
fue definiéndose en grupos cada vez más enfrascados en autodenominarse como
evangelio autentico, pero en realidad cada vez más definidos por sus
trasfondos, ya fuera ortodoxo o heterodoxo. Ireneo de Lyon luego de nombrar los
principales grupos apostatas de ambos polos dice:
«A partir de los que acabamos de nombrar, han
surgido múltiples ramificaciones de multitud de sectas, por el hecho de que
muchos de ellos, o mejor dicho todos, quieren ser maestros, abandonando la
secta en la que estuvieron y disponiendo una doctrina a partir de otra, después
también una tercera a partir de la precedente, se esfuerzan en enseñar de
nuevo, presentándose a sí mismos como inventores del sistema que han construido
de esa manera.»
(Lo mejor de Ireneo de Lyon, Alfonso Ropero, pág. 141, CLIE).
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