INTRODUCCIÓN A LA METAMORFOSIS DEL JUDAÍSMO Y DEL CRISTIANISMO

Algo importante que muchas veces no se aborda aunque muchos se lo preguntan es el conflicto entre el judaísmo, el cristianismo y viceversa. Este conflicto empujó a ambos grupos a caminar con muchas diferencias en la historia, a luchar despiadadamente entre ellos y a manipular determinados tipos de reemplazos para contrastar diametralmente con el otro.
Para introducir este punto debemos señalar que el Talmud y toda la literatura de las comunidades judías que más se ven hoy son el resultado de la influencia farisaica después del 135 d.C. Fíjese que se dice después del 135 d.C., porque fue en el periodo entre el 70-135 d.C. que la corriente farisea de la casa de Hillel tomó la supremacía sobre todas las sectas, desarrollando una cosmovisión judía a partir de su interpretación particular. Es por esto, que no sugerimos que el cristianismo haya que reinterpretarlo a partir de las aportaciones posteriores al 135 d.C., sino que el intérprete bíblico debe tener como referencia los detalles que fueron paralelos al cristianismo en el primer siglo. 
Al revisar los escritos de Qumrran, no se encuentra por ningún lugar a la Mishná como cabeza de la literatura judía de entonces, sino que es un momento en que esta se encuentra compitiendo por supremacía a través de sus representantes “los fariseos”. El judaísmo actual ha sufrido todo una malformación de la verdadera forma de guardar la Ley. El primer y segundo siglo de nuestra era fue una época de pugnas paradigmáticas entre las diferentes sectas de entonces que terminó en la supremacía más general de una de las facciones del fariseísmo, “los Ben Hillel”. El siguiente análisis del rabino Cohen nos ilustra muy bien el hecho:
«Un anciano que viviese en el año 110 d.C. No podría sino maravillarse de los cambios que habían incurrido en la herencia de sus Padres durante el lapso de su propia vida. Cuando él nació, el judaísmo era primordialmente un culto de sacrificio; ahora, era una religión de oración. Antes, el majestuoso Templo de Jerusalén, construido por Herodes, el centro de la vida judía; ahora, cada una de las sinagogas en todo el mundo eran centros autónomos unido por una tradición común y una disposición a escuchar a los maestros de Eretz Israel. Antes, los líderes oficiales del judaísmo eran sacerdotes nacido en el seno de la nobleza y entrenados en el ritual bíblico; ahora, eran rabinos, a menudo de origen humilde, educados en la ley Jalájica, el saber y el conocimiento de la vida. Antes, el judaísmo constituía una tradición de movimientos conflictivos; ahora, asomaba la uniformidad donde había prevalecido la diversidad. Antes, todavía era común en el judaísmo la pugna por el control entre los universalistas y los nacionalistas; ahora, la pugna había cesado, pero su resultado era claro: el judaísmo sería una religión universal, cuya nuevas actitudes, nuevas formas y nueva filosofía, que apenas se bosquejaban a principios del primer siglo, se habían desarrollado hasta tal punto que se fijarían y quedaría registrada para la posteridad.» (El primer siglo cristiano como historia judía, Martín A. Cohen, 2007, Editorial Remark).
En el siglo I d.C. existía una variedad grande de ritos e interpretaciones diferentes de la ley, pero la mayoría de los ciudadanos no estaban asociados a un grupo en específico sino que cumplían la ley en una forma que era común para todos. Aunque había discrepancias entre los diferentes grupos, por otra parte, existían muchos puntos en común entre ellos que superaban con creces sus discrepancias. Cosa que tal vez no se tiene en cuenta muchas veces a la hora de entender qué estaba pasando en el primer siglo. Como tampoco las tuvieron en cuenta en aquel tiempo los israelíes y les llevó a un pluralismo muy bélico entre ellos que terminó en la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C.
Consecuencias de la destrucción de Jerusalén.
Durante los cinco siglos que precedieron a la destrucción de Jerusalén y el templo en el año 70 d.C., toda la adoración, consagración y santidad del israelita se basaba en el servicio diario en el templo. La revuelta del siglo I d.C. no solo terminó con las edificaciones de la ciudad y el Beit Hamikdash (templo), sino también con la élite sacerdotal saducea que era la que dirigía las prácticas en el santuario. El hecho que no existiera santuario después del 70 d.C. demandaba una variación en la práctica diaria del creyente. Sólo un grupo de fariseos liderado por Yojana ben Zakai (rabino y sobreviviente a la destrucción de Jerusalén que provenía del grupo de Hillel y discípulo directo de Gamaliel al igual que Pablo), recibieron el permiso de Roma para continuar sus enseñanzas rabínicas en la ciudad de Yavné. Con el tiempo y el favor romano, este grupo sustituyó al sanedrín y a toda la supremacía del templo quedando como los representantes oficiales del Israel sometido.
El reto a enfrentar sería grande, por un lado necesitaban darle a Israel una renovación de la práctica diaria para el andar en santidad de los circuncisos. Por el otro lado, debían unificar a una nación fragmentada por el sectarismo que le había llevado a su destrucción. ¿Cómo lograron esto?:

Ø  Identificaron todos los elementos que eran universales o iguales para cada secta.
Ø  Sustituyeron toda la práctica del Beit Hamikdash por la enseñanza Tanaíta.
Ø  Impusieron los detalles “fariseos hillelitas”, a través del derecho que les daba Roma de ser la religión autorizada para los judíos. Las contradicciones más difíciles que enfrentarían en el inicio serían las mismas que les caracterizaron en el siglo I, entre  hillelitas y shammaitas, pero poco tiempo después con la revuelta de Bar Kojba en el 135 d.C., donde la escuela de Shammai quedó casi en cero, decidieron derrotarla de una forma honrosa donde “Dios desde el cielo con voz audible” le daba la preponderancia a los Jalajót hillelita (B. Erubin 14b; P. Berakot 3b y Berakot 36b).

Los fariseos a partir de este momento no serían más conocidos como fariseos, sino simplemente como rabinos. E Israel dejaría este nombre, tan estigmatizado entonces con motivo de las revueltas, por el más universal que podían asumir y que representaba a todas las tribus, el de judíos. Así las nuevas prácticas bajo la interpretación farisea no serían más en dependencia de la escuela a que pertenecieran, sino que se llamaría de forma general judaísmo. El hecho que este proceso no sea mencionado directamente por ningún padre de la iglesia o apologista nos evidencia no su ausencia, sino lo sutil y efectivo del proceso. Es necesario leer entre líneas y entrelazar cada detalle para entender este proceso a la luz de los escritos cristianos.
El universalismo de la cosmovisión israelí combinado con la sustitución del servicio del templo por prácticas que pudieran hacerse en el hogar o en la sinagoga, y con los adornos hillelitas, creó una nueva religión. Aunque hasta hoy ha llegado con muchas modificaciones producto a tantos siglos y diferentes situaciones, pero esto es en esencia lo que se conoce internacionalmente como judaísmo. 
Consecuencias del reinado de Simón bar Kojba.
Volviendo a lo que explicamos en este capítulo, aquella práctica de la ley apegada a una correcta interpretación de la Torá y en una forma unificada por parte de un grupo, en realidad nunca existió en tiempos posteriores a la cautividad. Como hemos visto la Torá siempre fue interpretada de una forma u otra por los diferentes clanes sociales y luego sectas. Claro está, este pluralismo nada tiene que ver con la posmodernidad de hoy, sino más bien con un celo humano, ya sea por superstición o por egocentrismo, tratando de cumplir las demandas divina en una forma dogmática, fanática y legalista. Cada grupo fue trazando sus propias líneas rojas para no pecar contra Dios. Por ejemplo, Dios dijo que los israelitas debían llevar flecos o tzitzit en sus ropas, pero no habló de un Talít Katán que como prenda su uso era obligatorio. Si alguien quería usarlo para cumplir la ley en su perspectiva no estaba mal, pero de ahí a obligar a otros, juzgándoles por no usarlo porque algunas de sus formas textiles se encuentran ordenadas en la Torá, es algo muy diferente.
El viaje de Pablo a Jerusalén (Hch 21) nos muestra que tanto los del Camino, como los fariseos, los saduceos y el resto de la nación cohabitaban en el templo, con bastante paz hasta el momento, aún luego de las persecuciones de los primeros años. Claro, no por la valoración de los demás como superiores a ellos mismo, sino como una especie de resignación. La narración de Josefo acerca de la muerte del Justo, nos muestra cierto respeto o conformismo de la situación, hacia los nuevos creyentes en Mashiaj.
 «(Anás) Convocando a los jueces del sanedrín llevó ante ellos a un hombre llamado Jacobo, hermano de Jesús a quien le llamaban el Cristo, y a otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los condenó a ser apedreados. Pero los habitantes de la ciudad, considerados como los más justos y estrictos en la observancia de la ley se ofendieron con esto.» (Josefo, las obras esenciales, Paul L. Mayer, pág. 281, Editorial Portavoz).
La separación de forma visible entre fariseos y nazarenos surgió por causas que eran lógicas. Los adeptos del naciente grupo que ya poseían universalidad (1 Tim 2:4) y una Jalajá nacida en la práctica de Mashiaj (1 Jn 2:4-6) crecían rápidamente, e inclusive uno de los prospectos de la casa de Hillel y condiscípulo con Yojana Ben Zakai era el testigo a los gentiles. El naciente grupo era acusado de ser fundados por un bastardo (Yeshú) y ser diseminado por el mundo por un prosélito (Pablo).
Una vez que el templo ya no existe y que las nuevas leyes romanas amenazaban con la extinción de la nación, los fariseos shammaítas estaban empeñados en hacer sobrevivir a la nación. La estrategia sería como aquella que en antaño les había ayudado a sobrevivir luego del cautiverio. En este nuevo y decisivo empeño los natzerim estorbaban. En primer lugar tenían un liderazgo definido que el Mesías y no seguirían a otro proclamado mesías, en segundo lugar tenían una pluralidad desconfiable para el judío supersticioso y por ultimo estaban muriendo por su ideal orgullosamente. Al llegar las revueltas de Bar Kojba este lanzó una persecución encarnizada contra los del Camino que se extendió por los tres años que duró su reinado. En esto último es bueno señalar que los hillelitas no estuvieron en contra del proclamado mesías Simón Bar Kojba, sino que asumieron una actitud pasiva simplemente. Utilizando la ley de la conveniencia de manera que si este fuera el verdadero mesías no quedaban excluidos de la nueva era sabática. Al final de la guerra casi la totalidad de la escuela shammaita desapareció, pues ellos fueron los que proclamaron mayoritariamente a Simón como mesías y Roma no se lo perdonó. Una vez despejado el camino para los hillelitas (tanto de saduceos, esenios, como de shammaitas), los creyentes en el Nazareno se convirtieron en el único blanco a atacar. Esta situación facilitó la creación de nuevas iniciativas para congregarse y la salida de Judea de muchos cristianos.
Una vez derrotada la revuelta, asumir el título de judíos era no tan sólo identificarse con una nación rebelde y fracasada, sino también ser parte de la nueva práctica del fariseísmo hillelita, ahora bajo el nombre de judaísmo. La maldición contra los minim ‘traidores’, que se realizaba en las sinagogas y que en un inicio era principalmente contra los saduceos, se extendió a los nazarenos con el fin de que estos no ejercieran como preceptores dentro de las sinagogas. Así quedó sellada la separación total en cuanto a la manera de seguir viviendo juntos como nación de Dios.
Sin que la balanza se vaya a un lado señalando culpabilidad total para el neo-fariseísmo, se debe señalar que el cristianismo en su gama tan amplia de interpretaciones, era representado como un movimiento único en la mente de estos rabinos. Pudiera ser por desconocimiento de la historia de la iglesia en aquellos inicios, o por conveniencia para estigmatizar a todo los creyentes por lo que hacía y decía un grupo en particular, no lo sabemos, pero si vemos que las criticas talmúdicas casi siempre están bien alejadas de lo que pudiera ser la realidad universalmente practicada por los natzerim.
Debemos entender que por ejemplo, algunos de los que usaban el título de cristianos eran gnósticos, y esto era suficiente para que un judío rechazara completamente cualquier filosofía sin necesidad de indagar sobre ellas. Justino en su Dialogo con Trifón, quizás uno de los sobrevivientes shammaitas de la revuelta de Bar Kojba, tratando de aclararle la diferencia entre los verdaderos cristianos y los que se dicen serlo, le aclara:
«(…) Ya antes, pues, te he confesado que yo y otros muchos sentimos de esta manera (con respecto a la doctrina del reinado mesiánico en Jerusalén), y creemos que así ha de suceder, como tú ciertamente sabes; pero por otra parte, también te he indicado que hay muchos cristianos de fe pura y piadosa, que piensan de otro modo. Porque los que se llaman cristianos, pero son realmente herejes sin Dios y sin piedad, ya te he manifestado que sólo enseñan blasfemias, impiedades e insensateces (…) Porque yo no he escogido seguir a hombres o enseñanzas humanas, sino más bien a Dios y las enseñanzas que de él vienen. Y si vosotros habéis tropezado con algunos que se llaman cristianos y no confiesan eso, si no que se atreven a blasfemar del Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, y dicen que no hay resurrección de los muertos, si no que en el momento de morir sus almas son recibidas en el cielo, no los tengáis por cristianos; como, si se examina bien las cosas, nadie tendrá por judíos a los saduceos y sectas semejantes de los genistas, meristas, galileos, helenistas, fariseos y bautistas (y no os molestáis por oír todo lo que siento), si no por gentes que se llaman judíos e hijos de Abraham, pero que sólo honran a Dios con los labios, como Él mismo clama, mientras sus corazones están muy lejos de Él (…)» (Los padres apostólicos, Alfonso Ropero, pág. 206, CLIE).
Como ya señalamos, con los sucesos socio-políticos entre el 70-135 d.C., la influencia mayor sobre la cultura judía viene del fariseísmo, y aunque esta es una afirmación casi total de los críticos de hoy, no queremos concluir con esto en un ciento por ciento como veremos más adelante con el movimiento cabalista. Ahora, sí es a partir de este momento que la ley oral de la corriente farisea de Yavné del siglo I se comenzó a compilar, por Yehudá Ha Nasí, dando lugar a la Mishná o Talmud de Jerusalén.  
¿Qué pasó con los saduceos, esenios, judíos helénicos de la diáspora, caraítas, las masas locales de judíos que no se afiliaban a secta alguna (esta última como hoy, la mayoría) y los natzarim cada vez más masivos en sus conversiones? ¿Fueron exterminados en un momento, o poco a poco el fariseísmo se fue entremezclando con ellos? ¿Cómo puede ser que en un mundo sin conectividad informática se unificara y convenciera al resto de las vertientes opositoras, de un fariseísmo sectario extremadamente legalista? ¿Existe hoy un judaísmo tan plural como en tiempos del primer siglo? Estas son algunas de las preguntas cuyas respuestas están implícitas en este capítulo, acerca de las cuales le exhortamos que continúe indagando fuera de este marco.

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