LA METAMORFOSIS DEL CRISTIANISMO
El concilio de Nicea.
En el caso del
cristianismo, debemos entender que en sus tres primeros años, todo el mundo
creyente en Yeshúa pertenecía al linaje de Israel. Todos provenían de
diferentes sectas o simplemente de ninguna, pero que entendían perfectamente la
necesidad de caminar en un punto medio en la interpretación de la práctica de
los Natzerim. Este punto medio era sencillo, vivir según el ejemplo de
Yeshúa. Todas las sectas anteriores al Mesías reclamaban la correcta
interpretación de la práctica del creyente para ellos; pero al aparecer Yeshúa,
Éste se convertiría en el patrón a seguir.
Pasados tres
años después de la resurrección de Yeshúa, ocurrió el “Pentecostés” entre los
gentiles (Hch 10). Es bueno entender, como hemos visto en algún momento de este
material, que siempre hubo gentiles entrando por conversión a Israel y esto más
por gestión de los fariseos. Pero realmente la mayoría de los gentiles quedaba
sólo en un círculo externo de la práctica de Israel. Existían dos límites muy
grandes, la circuncisión y la inclusión en su vida de los 613 Mitzvót ‘mandamientos’ de una manera
drástica e inmediata, además de las peculiaridades de la secta a la que se
acercaban. Después de aquel “Pentecostés” ocurrido en casa de Cornelio, muchos
gentiles comenzaron a sumarse al nuevo grupo. Aquí se les enseñaba como
prioridad todas aquellas ilustraciones del Tanáj que tenían una nueva
interpretación a la luz de la muerte y resurrección de Mashiaj. Entonces
aparecen dos preguntas clave: ¿cuál sería la práctica para los gentiles?, y, ¿qué
secta sería la encargada de enseñar?
Para encaminar
a este grupo el Señor trajo un apóstol que había experimentado en sí mismo el
fraccionamiento sectario, convirtiéndolo en un asesino. Él a la vez, conocía la
ley de Moisés, los Midrash y la Mishná oral en un alto grado de
detalles. El sello en este sentido lo haría el Señor mismo con una revelación
especial de las enseñanzas y vida de Yeshúa. Si el requisito para apóstol era
el haber estado con Yeshúa desde el bautizo y ser testigos de su muerte y
resurrección (Hch 1:1-21-22), ¿cómo es que Saulo es aceptado por ellos? Porque
la enseñanza de él sólo podía venir de una revelación especial, e inclusive con
detalles que sólo los apóstoles conocían por haber estado con Yeshúa a lo largo
de su ministerio (Ga 1:11- 12; 1Co 11:23).
En vida aún de
los apóstoles aparecieron varios grupos, como hemos visto anteriormente, y esto
no podemos analizarlo bajo la presuposición del cómo vive la iglesia en la
actualidad. En primer lugar, no había edificios denominacionales, ni grupos
definidos con un nombre especifico o doctrinas, pues todos estaban mezclados.
Entre los israelíes, a grandes rasgos, a unos les era difícil zafarse de sus
matices sectarios producidos por el nomos. Otros reinterpretaron la
enseñanza de Yeshúa a la luz de la gnosis. De entre el grupo que crecía
más rápido para el siglo II, el de los gentiles, surgieron interpretaciones
asociadas con sus trasfondos paganos y filosóficos. Aunque estos últimos se
conocen como los gnósticos no podemos entenderlos como un grupo definido
doctrinalmente, sino como una maza homogénea muy mixta y pluralista
(menandristas, valentinianos, marcionistas, etc.). Unos llegaban al extremo de
considerar al Dios legislador como demonio, mientras los otros veían la ley
como algo antiguo y sustituible por la tradición de algún apóstol, o
simplemente asimilaban el cristianismo y lo defendían como la esencia mística
de un conocimiento y nada más.
Muchos de los
grupos, con opiniones propias, interpretaron la enseñanza del apóstol a los
gentiles, como un andar fuera totalmente de la ley Mosaica, sin distinguir entre
los preceptos sectarios y la real ley de Dios. Por otro lado, vieron a la
Gracia y a la Santidad, como el andar correcto, pero no con los patrones
divinos que aparecían en la escritura y bajo los cuales Jesús había vivido.
Para ellos el buen vivir comenzó a ser el que su lógica les dictaba. Guiados
por esta óptica, desecharon todas las tradiciones que les parecían neo-fariseas,
pero llenaron el vacío con prácticas paganas. Y como aquel cuento en que la
madre bañó a su bebé, ellos botaron junto con el agua sucia al bebé. Nunca
entendieron, que aspectos de la Escritura se cumplían bajo el nuevo pacto y
cuales debían continuar siendo de uso para el creyente. Ya sea por ayudar con
el dominio propio, como en el entendimiento profético de los tiempos. Ningún
escrito puede ser desechado por lo que le resume (Dt 6:4-5; Lv 19:18), como han
asumido algunos a lo largo de la historia de la iglesia, mal interpretando la
enseñanza de Cristo y la apostólica. Al contrario, a la luz del resumen se
puede entender mejor el escrito en sí, pues éste trae su esencia.
Aunque hemos
señalado a varios grupos, debemos entender que la cristiandad en general estaba
recibiendo influencias variadas a través de perspectivas, prejuicios y formas
de proyectarse en lo personal y en la vida de comunidad. Con el fin de la
persecución en el siglo IV, ya esta influencia se había convertido en parte de
la vida cotidiana de la iglesia. El cristianismo, dividido en varios
patriarcados, vivía interpretaciones y prácticas diferentes. El concilio de
Nicea en aquel mismo siglo buscó unificar al cristianismo, pero asumió como
patrón la cosmovisión de la iglesia capitalina. Esto no lo podemos mirar como
una facultad arbitraria simplemente, sino como una maniobra por darle forma a
las tan disímiles perspectivas. Como la Yeshivá de Yavné la iglesia enfrentaba
un nuevo reto: ¿Cómo conquistar al imperio siendo tan fraccionada en sí mismo?
Más del 70% de
los obispos no asistieron al concilio imperial, dándonos a entender que no
todos estaban de acuerdo con aquella supremacía, pero la unificación posterior
hasta el gran cisma en el siglo XI demuestra que poco a poco fueron asimilando
a muchos en esta nueva conquista del imperio. Es así que vemos a un
cristianismo muy diferente en este tiempo en comparación al primitivo; pero no
sólo por la apostasía, sino también como una necesidad de sobrevivencia
sectaria.
Cuando se
eliminan todas las tradiciones e interpretaciones que fueron canteras para los
apóstoles y que el mismo Jesús aprobó en su vivir, debemos entender que los
vacíos dejados deben ser llenados por otras tradiciones. Estos reemplazos
buscarán en la escritura su anclaje para que todos los que piensan diferente
puedan sumarse bíblicamente justificados. En aquel entonces muchos grupos
fueron convencidos y sumados, otros se añadieron pero manteniendo algunas
diferencias, apareciendo patriarcados cada vez más sectarios que terminaron en
los cismas históricos que conocemos. Es así que el evangelismo en tiempos del
medioevo se convirtió en una de las aberraciones más grandes de la
historia.
Ahora podemos
entender mucho mejor como a finales del siglo IV, ya existe un judaísmo
establecido diferente al de los tiempos de Yeshúa y un cristianismo a la romana
que amenazaba con su imposición al estilo sectario e imperial, pero
enriquecido, o mejor dicho “empobrecido”, por matices gnósticos y
judeo-helénicos.
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