Un pequeño recorrido por el tema del bautizo.

Algunos ven el bautizo como un ritualismo bonito, pero nada necesario para andar en la vida cristiana. ¿Siempre pensó así el cristianismo? ¿Tendremos libertad para cambiar lo que nosotros heredamos? ¿Hubieran estado de acuerdo con nosotros aquellos que nos precedieron? ¿El evangelio que no inventamos nos autoriza a hacer modificaciones de este tipo? Echemos un vistazo a cómo la iglesia interpretaba la práctica del bautizo en los primeros siglos.
En este tiempo el evangelismo era ejecutado como un paquete y el bautismo y discipulado iban juntos. Algunos textos bíblicos del primer siglo nos lo corroboran:
«Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» (Mt 28:19)
«El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» (Mr 16:16).
«Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas» (Hch 2:38-41).
«Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios» (Hch 16:33-34).
La epístola de Bernabé, un texto no canónico pero de un valor extraordinario para entender la vida de la iglesia en sus inicios, dice:
«Percibís cómo señala el agua y la cruz al mismo tiempo. Porque este es el significado: Bienaventurados son los que ponen su esperanza en la cruz, y descienden al agua; porque Él habla de la recompensa de su sazón debida; entonces, dice, yo pagaré» (Lo mejor de los padres apostólicos, Alfonso Ropero, pág. 269, CLIE).
En La carta de Pablo a los Romanos, podemos hallar el concepto teológico de dicho paquete: «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (6:3-4). Alguien pudiera pensar que esta práctica se pudiera limitar a una metodología hacia los judíos y no a los gentiles, pero las fuentes no bíblicas que presentamos a continuación tienen una autoría completamente gentil: Justino Mártir (100-164 d.C.) en su Apología Primera, dice:
«Pero nosotros, después de haber bautizado al que confesó su fe y aceptó nuestra doctrina, lo llevamos donde están reunidos los que se llaman hermanos, con el fin de hace oraciones comunes por nosotros mismos» (Lo mejor de Justino Mártir, Alfonso Ropero, pág. 145, CLIE).
Ireneo de Lyon (130-202 d.C.) discípulo de Policarpo quien fuera a su vez de Juan el apóstol dice:
«(… ) los apóstoles, con el poder del Espíritu Santo, enviados por Él por toda la tierra, convocaron a los gentiles, enseñando a los hombres el camino de la vida para apartarlos de los ídolos, de la fornicación y la avaricia, purificando sus almas y sus cuerpos con el bautizo en agua y de Espíritu Santo, distribuyendo y suministrando a los creyentes este Espíritu Santo que habían recibido del Señor. Así instituyeron y fundaron esta iglesia (Esmirna)» (Lo mejor de Ireneo de Lyon pág. 683, CLIE).
Clemente de Alejandría (150-217 a.C.) dice:
«Nuestra conducta no es la misma después de nuestro baño bautismal (…) la fe es ilustrada por el Espíritu Santo en el momento de este santo bautismo» (Lo mejor de Clemente de Alejandría pág. 67) 
             En aquel tiempo no se realizaban servicios abiertos como los nuestros hoy día sino que se reunían en casas producto de la persecución de entonces. Los reportes históricos que tenemos de aquel tiempo nos indican que cuando una persona asistía a una reunión ya había sido bautizada en agua con anterioridad precisamente para preservar la integridad del grupo local. Al interpretar el texto en su contexto y no en el nuestro, podemos darnos cuenta que el bautismo era un símbolo que implicaba obediencia en su ejecución.

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