El hábito de un tiempo devocional diario con Dios.

A diferencia del hábito de un día de reposo, el tiempo devocional es el que se aparta cada día para Dios. Algunos creen que la mañana es mejor, otros la noche. La realidad es que la iglesia ha perdido mucho de este hábito y la consecuencia ha sido el ritualismo de algo no bíblico y dificil de hacer o el enfriamiento de no hacer nada.
La Biblia recomienda un mínimo de tres veces al día. Esto se sabe a partir de lo que hacían: 
  • Abraham, agradecía y se encomendaba al Padre Celestial en la mañana. A este tiempo se le llama Shajarit. Se sabe por el texto: «Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová» (Gn 19:27). 

  • Isaac, tenía el coraje de detenerse a la mitad del día y adorar al Eterno. A esto se conoce como Minjá. Se sabe por el texto: «Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían» (Gn 24:63). 
  • Jacob, quien recibió en la noche una visión de Dios por su costumbre de antes de dormir orar al Señor evaluando su actuar en el día y encomendando a Él sus sueños. Esto se conoce como Maariv. Se sabe por el texto: «Cuando llegó a cierto lugar, se quedó allí para pasar la noche, pues ya había oscurecido. Tomó una de las piedras que allí había, recostó su cabeza sobre ella y se acostó a dormir. Esa noche tuvo un sueño. En ese sueño vio una escalera que llegaba hasta el cielo, y por ella subían y bajaban los ángeles de Dios» (Gn 28:11). 
      Los grandes hombres de Dios siempre entendieron esto y lo pusieron en práctica, David lo resume así: «Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz» (Sal 55:7).

Daniel, por su parte, tambien acostumbraba: «Daniel lo supo, pero de todos modos se fue a su casa para orar a Dios. Daniel acostumbraba orar tres veces al día, así que entró en su cuarto, abrió la ventana y, mirando hacia Jerusalén, se arrodilló y comenzó a orar» (Dan 6:10). 
Algunos alegan que bajo la "Gracia", refiriendose al Nuevo Testamento, esto no tiene valor, sin embargo podemos encontrar a Pedro que después de tres años siendo discipulado por Jesús seguía con este hábito: «Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración» (Hch 3:1). Otros creen que por ser gentiles no necesitan de estos tres momentos con el Señor cada día, pero entre los primeros gentiles sobre los que se derramó el Espíritu Santo se encuentra Cornelio el cual dedicaba a la oración el mismo horario que Pedro de la hora novena: «Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente (…)» (Hch 10:30).

Dedicarle tiempo a Dios en oración, nunca es demasiado. Quien vea esto como legalismo porque le cuesta trabajo hacerlo, siéndole excesivamente pesado su cumplimiento; simplemente, no anhela un momento en su presencia. Como aquel precioso himno de antaño el anhelo de quien ama a Dios es:
«Un momento en tu presencia Señor,
/vale tanto para mí/
En tu presencia hay plenitud de Gozo,
/delicias a tu diestra para siempre/,
mi Señor.
La misma Gloria de Dios desciende y me llena
con su poder»

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