El gran enemigo de la espiritualidad es la religiosidad o legalismo.
Toda buena interpretación del texto bíblico tiene su base en la "Gracia de Dios". Siempre que se saque
a la Palabra de Dios del contexto de la Gracia de Dios se va a convertir a
esta en una religión legalista, o como consecuencia de este legalismo en una filosofía liberal. Todo lo que Dios ha hecho con el hombre hasta aquí se debe a este
concepto de la Gracia de Dios. La salida de Adán del Edén, el sobrevivir de
Noé al diluvio, el llamado a Abraham, la Ley a Moisés y la acción salvífica de
Cristo, todo se debe a la Gracia de Dios. Pero cuando se elimina este
concepto todas esas bendiciones comienzan a ser mal interpretadas. Entonces la
salida del Edén es un castigo, el sobrevivir al diluvio es una casualidad, el
llamado de Abraham es un fanatismo, la Ley es una solución para salvarse y la
vida Cristiana es un liberalismo. Dios es amor y su gracia es consecuencia de
ese Ser el amor. Así que todas esas situaciones que hemos citado y todas las otras que
narran la Biblia y la historia son precisamente por la Gracia de Dios manifestada
para hacer del hombre un ser digno de Él.
La
verdadera religión no es buscar una solución fuera de la Gracia de Dios como
los rituales o algún acto supersticioso, sino responder con fidelidad a las
oportunidades que nos da Dios. Es este responder con fe lo que nos lleva a
incorporar hábitos espirituales en nuestras vidas. El error estaría si esos hábitos
se convierten legalistamente en la forma en que se pude alcanzar o mantener la
salvación. La salvación sólo se alcanza y se permanece en ella si aceptamos y
andamos en la Gracia de Dios, manifestada por la acción santa de su Hijo que nos justifica cuando arrepentidos venimos a Él. Y por esa Gracia de Dios nos proyectamos a
caminar en la santidad de Él.
Cuando la Biblia dice
aprovechar bien el tiempo, se está refiriendo precisamente a poner en práctica
en nuestras vidas toda una serie de hábitos que nos enriquecerán
espiritualmente. No sólo en lo personal sino en lo familiar e inclusive con otros.
Hay hábitos dados por el Señor que nos ayudarán. El peligro pudiera estar en
sustituir la gracia por esos hábitos, como interpretó el rabinato de Israel, pero Dios nos los ha regalado para
acompañar y enriquecer nuestra vida en el andar bajo la Gracia de Dios. Entonces los hábitos espirituales son bueno si uno los usa legítimamente.
En nuestro andar cotidiano, el agradar a Dios con nuestras acciones sería el resultado de entender en que consiste la gracia de Dios.
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