Serie: TEMAS QUE AYUDAN A ENTENDER EL PENSAMIENTO Y LA VIDA DE LA IGLESIA EN SUS INICIOS 3ª Parte.
La carta a los gálatas.
En primer
lugar, esta no es una carta a un grupo específico sino a todos aquellos de una
región determinada del imperio, la de Galacia (Ga 1:2). El emperador Augusto,
después de derrocado el rey galo Amintas (25 a.C.), hizo una remodelación
territorial y agregó a Galacia el oriente de la región Frigia, Pisidia, Isauria
y el occidente de Licaonia. Así que esta población que nunca fue étnicamente
gala, comenzó a serlo administrativamente. No hay registro acerca de alguna
visita de Pablo a las otras regiones de su actual Galacia como: Pessino, Tavium
o Ancyra, que eran grandes urbes para aquel entonces; sí hay abundante
registros de su estancia en ciudades de las regiones agregadas como: Antioquía
de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe (Hch 13:13-14:23; 16:1-5). En estos lugares
Pablo predicó en su primer viaje misionero, principalmente en las sinagogas
donde judíos y gentiles aceptaron el evangelio (13:16,43; 14:1; 16:1-2). Sin
embargo, aquellos judíos que no creyeron soliviantaron a la multitud, tal vez
citando la ley que prohibía a los judíos predicar abiertamente a un ciudadano
romano (13:50; 14:2, 5, 19). ¿Qué les molestaba tanto?, pues que a través del
evangelio todos aquellos prosélitos podían sentirse parte de la comunidad judía
sin necesidad de ritos como la circuncisión (13:45), este celo (ζήλου), no es
tanto de envidia como rivales, sino porque no pueden permitir que su responsabilidad
religiosa sea menoscabada, algo parecido a lo experimentado por pablo antes de
su conversión (ver el pensamiento rabínico en Compendio del diccionario
teológico del Nuevo Testamento, pág. 294, G. Kittel, G. Friedrich, G.W. Bromiley, Grand Rapids, Libros
Desafío).
Es bueno
entender que había dos motivos grandes para exigir esto por parte de los
judíos, uno religioso y otro práctico. El primero, un apegarse a su interpretación
de la ley. El segundo, que al haber más personas circuncisos las burlas en los
baños y los anfiteatros cesarían. Estos no eran judíos muy heterodoxos, sino
más bien ortodoxos. Al finalizar su viaje había quedado una congregación
organizada de creyentes en cada ciudad (14:20-23), e inclusive tiempo después
al regresar él cosecho algunos de esos discípulos que entre ellos crecieron
como Timoteo (16:1-3) y Gayo (20:4).
Unos años
después Pablo recibe la noticia que estás congregaciones están alejándose de
Cristo para seguir un evangelio con «apariencia diferente» (ἕτερον) (Ga
1:6). Al «cambiar» sus bases (μεταστρέψαι) ellos estaban creando algo diferente al
evangelio original (Vr.7). Quienes hacían esto eran personas importantes o
influyentes (εἰ μή τινές), y por ende, creaban confusión entre ellos (Vr.8).
Sin embargo, este evangelio modificado no viene de Dios, y su causa es el
buscar favor de los hombres (Vrs.8-10). ¿Cuál favor buscaba entonces?, pues el
de aquellos que desde que los apóstoles llegaron trataron de matarles y que
seguían amenazando a la congregación. Estos que están tratando de cambiar el
evangelio no son los judíos que están en eminencia y que amenazan, sino
discípulos que tratando de salvaguardar sus vidas están buscando
justificaciones para ceder ante las presiones. Posiblemente en sus argumentaciones
estaban usando el hecho de que Pablo mismo había ejecutado la circuncisión de
Timoteo (Hch 16:3; Ga 5:10-12), cosa que de seguro enojaría al apóstol. Él les
afirma, por su experiencia pasada, que su celo era muy parecido al de ellos
(1:14), éste le había hecho perseguir a la iglesia al punto de matarles al
igual que ellos hacían ahora, sin embargo nada de esto le satisfacía
espiritualmente a él.
También cuenta
que cuando conoció a Cristo este le hizo un llamado para que fuera a los
gentiles y tres años después pudo confirmar esto pasando catorce días con Pedro
y Jacobo (Vrs.15-24). Así que desde su conversión hasta el llamado concilio de
Jerusalén pasaron catorce años (2:1), adonde acudió con Bernabé y Tito. Al
igual que estaba pasando en estas congregaciones de Galacia, en aquel entonces
habían «falsos hermanos» (ψευδαδέλφους) que trataron de enseñar, en
esta ocasión en Antioquia de Siria, que la circuncisión era necesaria para ser
salvos. Sin embargo, y pese a esto, Pablo y Bernabé no se rindieron a la
presión. La razón de su firmeza era sencilla: «para que la verdad del
evangelio permaneciese con vosotros.» (Vr.5). En aquella ocasión las
lumbreras de la cristiandad no agregaron nada al evangelio que ellos predicaban
(Vrs.6-10), a diferencia de estos nuevos falsos que sí estaban agregando cosas
en Galacia.
Cuando Pedro visitó
Antioquía de Siria después del concilio, pese a que había sido uno de los que
defendió la causa gentil, ahora se dejaba arrastrar por el «miedo» (φοβούμενος)
a los ortodoxos, e incluso contaminó a otros con una actitud «paralela a la justicia» (συνυπεκρίθησαν) como fue
a Bernabé quien asumió una «actuación hipócrita» (ὑποκρίσει) (Vrs.12-13). Esta
es la base de la problemática en Galacia, el chantaje y la presión que estaban
sufriendo los discípulos por parte de los judíos, alegando principalmente que
se circuncidaran para poder ser parte del Israel espiritual. Años después el
propio apóstol Pedro les escribe y les llama los expatriados (παρεπιδήμοις)
tratando con su epístola de decirles que aunque sean sacados de la congregación
física de Israel nunca lo serían del espiritual (1 P 2:9-10). Luego de esta
introducción vemos algunos detalles del texto:
· Todo el que estaba tratando de obligar a los hermanos de Galacia a que se
circuncidaran lo hacían no por motivos saludables sino por miedo (6:12). Usando
argumentos que tenían a los gálatas como «embrujados» (ἐβάσκανεν)
(Ga 3:1).
· Al final de la jornada, tanto judíos como gentiles están en igualdad de
condición (2:14), pues necesitan de igual manera ser justificados en Cristo
(Vrs.15-16) por ser ambos grupos pecadores ante Dios (Vr.17).
· La ley estaba siendo muy mal usada por estos traidores con el argumento
que podía justificar, cuando para esto no fue dada al hombre (2:21; 3:21). Sin
embargo, la fe si puede vivificar por anclarse en la justificación (3:11,23).
· El obrar en sí no es malo (1 Ts. 1:3),
pero cuando éste no se hace a partir de una fuente capaz de encaminar su
resultado entonces no es de confiar como en el caso del obrar por una ley a
cumplir (Ga 3:2).
· Esta fe no es algo abstracto como la
presentada por los gnósticos sino que debía ser encausa hacia Cristo (Vrs.13,
22).
· La ley es dada para mostrar que las malas acciones son transgresiones de
la voluntad de Dios (Vr.19).
· Toda persona justificada en Cristo es linaje de Abraham (Vrs.28-29).
· Los Vrs.3:13; 4:5 no pueden ser leídos sin un paralelismo, pues el
primero explica que la redención no es de la ley sino de la maldición que trae
la ley, dándole un sentido más específico al segundo.
· Ahora hay un solo Israel de Dios (6:16) que clama en Hebreo y Griego
(4:6-7).
· En el 4:10, el verbo guardar (παρατηρεῖσθε) está en voz media por lo que
sugiere una observancia ansiosa y tal vez, en algunos casos, hasta
supersticiosa. El asunto no es en sí el observar estas cosas sino la causa o la
intensión con que se hace. De esto habla la carta a Diogneto y Justino en su
dialogo con Trifón:
«Pero, además, sus escrúpulos con respecto a las carnes, y su superstición con referencia al sábado y el orgullo de su circuncisión y el disimulo de sus ayunos y lunas nuevas, yo no creo
que sea necesario que tú aprendas a través de mí que son ridículas e indignas
de consideración alguna.» (Lo mejor de Los Padres Apostólicos, Alfonso
Ropero, pág. 291, CLIE).
«De nuevo Trifón
preguntó: —Y si uno quiere guardar la ley mosaica, a sabiendas de ser cierto lo
que tú dices, si bien, claro está, reconociendo que Jesús es el Cristo,
creyéndole y obedeciéndole, ¿se salvará?
—Según a mí me parece (Contesto Justino),
creo que se salvará, a condición de que no pretenda que los demás hombres,
quiero decir, los que procedentes de las naciones gentiles están circuncidados
del error por Jesucristo, hayan a todo trance de guardar lo mismo que él
guarda, afirmando que, de no guardarlo, no pueden salvarse; que es lo que tú
hiciste al comienzo de nuestros razonamientos, afirmando que yo no me salvaría
si no observaba vuestra ley.» (Lo mejor de Justino Mártir, Alfonso Ropero, pág.
253, CLIE).
· En el 5:4 Pablo aclara que los que se circuncidan o guardan toda la ley
para justificarse, están obligados a cumplir con toda la ley. Cosa que es
imposible hacer. Debemos recordar que él circuncidó a Timoteo, por eso no
podemos ver a un Pablo en contra de esta práctica sino en contra de cualquier
cosa que quiera competir con la obra salvífica de Cristo ya sea circuncisión o
incircuncisión (Vrs.5-6).
· Los Vrs.13-15, 26 nos permiten ver
el corazón del apóstol en cuanto a una realidad que los gálatas no veían y esto
era la división que estaban heredando del judaísmo, que sumergió a la nación de
Israel en su destrucción.
· 5:16-25. Hay un paralelismo entre los deseos de la carne y las obras de
la ley, así como el andar en el Espíritu y el fruto del Espíritu. La ley que
tiene que ver con lo moral se queda en el nivel de lo físico, mientras el andar
espiritual trasciende la intensión. En este sentido es superior el segundo paralelismo
que el primero e inclusive práctico para la eternidad, pues en el mundo no
físico no se puede matar pero si se puede enojar. Satanás no pecó por matar a
Dios, pero si por desear su propia supremacía.
- 6:1-10. Habla de faltas, y sabemos que no hay faltas si no hay ley, pero bajo la ley de Cristo aparece el perdón y el deseo de restauración al que ha cometido la falta, por una simple razón todos somos justificados en Cristo y nadie puede tirar la primera piedra para matar. Aunque debemos aclarar que eso no quiere decir no disciplinar sino que la disciplina no es para castigar sino para restaurar (2 Ts 3:13-15).
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