Vivir y andar como Jesús vivió.
La Biblia nos enseña que Satanás se introdujo en
el paraíso y con él pensamientos, aspiraciones y planes que entraban en contradicción
con la armonía que existía entre ellos y su Creador. Adán y Eva fueron
desleales en su manera de sentir y actuar para con Padre. Se transformaron así
en pecadores, o sea, en personas con una condición anormal de su
naturaleza y personalidad.
Cuando un organismo vivo se enferma todos los
procesos en sí mismo se alteran y la relación órganos/funciones se
desequilibra. De igual manera, cuando el pecado está operando en la naturaleza
y la personalidad del hombre hay una alteración, un desequilibrio en todo su
ser. Por eso, dice la Biblia, que el hombre lo que más debe cuidar es su
corazón, y éste como centro de sus intenciones: «Sobre toda cosa
guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida» (Pr 4:23).
Ahora podemos entender, que la vida interior es
la que produce la vida exterior y si la primera está alterada la segunda
también lo estará. Es por esto que Dios va a trabajar primeramente arreglando
esa vida interior (el espíritu humano). Esta obra de Dios en el espíritu del
hombre es la que va a generar el amor hacia Dios, convirtiendo a la santidad en
un fruto de Su acción y no en un resultado de la obra humana.
Como Satanás no está a favor de este fruto, pues
la santidad trae intimidad con Dios y no con él, su lucha hacía esta área va a
ser despiadada. Así que, lejos de tan solo eliminar el concepto de Obras
de los Hombres, se ha concentrado en distorsionarlo.
Las sectas gnósticas (venidos del judaísmo
heterostodoxo), en los inicios del cristianismo, lograron crear una reacción
histórica negativa hacia las obras que habla la Biblia. En algunos, logró que
rechazaran la santidad como base de la relación con Dios haciéndoles creer que
la espiritualidad es sólo en el campo de lo abstracto o subjetivo y no en las
acciones. En otros, influenciados por el fariseísmo (de donde salió el judaísmo
ortodoxo de hoy), apareció una sobre valoración de la santidad solo como
acciones humanas buenas, llevándoles a desestimar la acción espiritual de Dios
en el interior del hombre.
La Biblia enseña que Dios obra en el interior
del hombre para lograr una acción santa de él. Esta santidad no se encontraba
en ninguno de los extremos que se proponían a finales del primer siglo (Gnosticismo
y Judaísmo), sino en el mismo medio del asunto. ¿Dónde podemos encontrar
el patrón que nos indica el actuar santo del ser humano?, pues en la Ley de
Dios. El Gnosticismo creó una reacción de rechazo a todo lo que fuera
"Antiguo Testamento" (como le llamaron) dándole la autoría a un
demonio, mientras el judaismo la sustituyó por todo una serie de adornos
(tradiciones de los ancianos) que lejos de cuidarla la opacaban.
Cuando el ser humano se para ante la Ley de Dios
hay dos maneras de proyectarse para con ella. La primera sería con incapacidad
por la grandeza de sus exigencias, pues el pecado en el ser humano le servirá
de estorbo principal para su cumplimiento total:
«¿Qué diremos, pues?
¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la
ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.
Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia;
porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo;
pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo
mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado,
tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. De manera que
la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo
que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado,
para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a
fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.» (Ro
7:10-24).
La segunda sería, ir más allá de las exigencias
de la Ley llegando a ser coparticipes de Cristo; o sea, cumpliendo con la Ley
no a través de nuestro cuerpo sino a través del Espíritu.
La Ley dice: «No mataras»; y esto se hace
con el cuerpo en el marco físico, pero cuando somos regenerados en nuestro
espíritu para vivir en un mundo donde lo físico no existe, entonces hay que
limitar al «enojo», pues en ese mundo espiritual haría la función de homicidio.
Así teniendo en cuenta la eternidad celestial entendemos que la santidad
espiritual es mucho más efectiva para esa vida que la santidad en lo
físico:
«Tales cosas tienen a
la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en
duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la
carne. Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de
arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste,
entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir,
pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas,
malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios
viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también
anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también
vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras
deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos
despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual
conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento
pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni
escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos» (Col
2:23-3:4).
Vivir y andar como Jesús, no se puede hacer desde
la abstracción del Gnosticismo, ni desde práctica del Judaísmo. Para llegar a
esta dimensión debe haber una obra divina en el interior que se extienda hasta
el exterior. Donde la “Ley de Dios” se convierte en “Instrucción de Dios”, adquiriendo
su máxima expresión. Es por esto que Pablo dijo:
«Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.
Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación» (Ro 10:8-10).
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